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Desesperadamente le besarás de nuevo y le olerás sus manos. Recordarás la navidad —no habrá ninguna otra.
Desesperadamente le besarás de nuevo y le olerás sus manos. Recordarás la navidad —no habrá ninguna otra.
Tenía la edad de las gaviotas cuando llegan a la arena apenas con las fuerzas para estar, y se desploman.
Por más perturbador que le resultase, sentía también algo violentamente urgente y necesario en aquel acto de imaginación de su esposa.
El espíritu humano no tiene fecha de caducidad, y el cuerpo, al menos eso intuyo, deriva su energía y su vitalidad de ese espíritu y esos sueños que no dejamos morir.